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Hace ya mucho tiempo que León quedó apartado de los caminos del desarrollo.

 

Escondido en el cuadrante noroeste de la península ibérica, privado de su condición de estado primero, de reino después, troceado su territorio y condenado lo que quedó dentro de la provincia de León a no ser ni siquiera una comunidad autónoma, el que León esté privado de voz y voto en cualquier toma de decisiones no es una casualidad.

No es una casualidad, y siempre se juega a ver quién tiene más culpa, si los propios leoneses o los de fuera. Si observamos el mapa de imperios del Siglo XI y observamos el actual el panorama ha cambiado un poco.

El poder imperial situado en la urbe leonesa, los escudos de León destacando en los mapas junto a un punto bien centrado en la capital del reino son la constante.

 

 

León y los mapas

Hoy han desaparecido los leoneses de los mapas y en caso de haber un punto es pequeño y pasa desapercibido. Hay quien se siente cómodo con ello, hay quien se rebela y la inmensa mayoría esbozan una sonrisa contemplado lo que fuimos pero jamás se preocupa por lo que somos o seremos.

Cada vez que León ha descendido un escalón en soberanía ha sido un jarro de agua fría para su población y su economía, y son ya demasiados escalones los que hemos descendido para llegar a asgarjut.

Reyes, historias, batallas y mapas que han quedado atrás, y la tristeza de mirar el mapa actual de la península ibérica y ver en qué nos hemos dejado convertir.

Ahora solo queda mirar al futuro y pensar si queremos colectivamente aspirar de nuevo a estar en el puesto que estuvimos o resignarnos a ser lo que otros nos han condenado a que seamos mientras brindamos con un Ribera del Duero.