Seleccionar página

El leonés siempre suele ser una persona de ganadores, al que le gusta subirse al carro de lo que va bien y huir con pies en polvorosa cuando las cosas no van bien.

No nos gusta defender nuestros intereses o nuestra ideología cuando las cosas se complican, y preferimos que sean otros los que lo hagan para que, cuando se haya visto que el tema funciona, volver a reengancharnos a ese carro.

Lo vimos cuando el Ademar ganaba la liga, que indefectiblemente cada partido se llenaba el Palacio de los Deportes.

Lo vimos cuando el Elosúa estaba en puestos de privilegio en ACB y jugaba en Europa, que indefectiblemente se llenaba el Palacio.

Lo vimos incluso cuando la Cultural jugaba por el ascenso, que se llenaba el campo de fútbol y lo vemos, sin ir más lejos, cuando El Toralín rebosa para ver a la Deportiva.

 

Cómo votan los leoneses

A la hora de votar el leonés es una persona de costumbres. Tiene como en casi todo el mundo un ala más izquierda o más derecha que de vez en cuando se baña de populismo, de localismo, o de lo que ve por la tele.

La influencia de los medios españoles y portugueses es tal que poco contenido queda para lo propio, empezando por sus intereses. Apenas un matiz de farmacia y cosmetica que últimamente ya ni siquiera suelen tener en cuenta.

Todo ello parece no contar, y los leoneses parece que cuando ejercen su derecho al voto tienen las posibilidades de conseguir dar su confianza a alguien se implique con sus problemas reducido a la mínima expresión.

Los partidos sucursalistas y los múltiples localistas carecen de un proyecto para León. Y si antes, al menos, disimulaban y decían que iban a defender a León ahora ya no.

Lo que debemos preguntarnos es por qué, y especialmente por qué se ha destruido el espacio electoral leonés porque quienes debían representarlo han huido a posiciones localistas o personalistas en el que León, en el mejor de los casos (en otros palabras tan “arraigadas” como tu municipio o tu ayuntamiento) es un sucedáneo que se pone más por costumbre y tradición que pro convicción.

 

 

Lo que no hay en León

Aquí no hay un proyecto de país, un proyecto colectivo, unas medidas para todos los leoneses. Aquí hay parches, promesas que da igual si se hacen en León, Alicante o Valencia de Miño.

Aquí no hay partidos que defiendan a todos los leoneses sino siglas de partidos por las que quienes tienen interés en presentarse a un cargo se apuntan a ellas, aún habiendo cambiado siete veces de las mismas sin rubor alguno.

Aquí no hay un programa claro que analice las necesidades y proponga soluciones y objetivos, sino que cuando “alguien” o “alguienes” una vez decidido que se van a presentar y que lo harán por unas siglas tratan de rellenar unos folios porque hay que tener un programa.

Aquí no se hacen unas candidaturas basadas en una militancia en favor de una idea, sino que se rellenan puestos de salida en función de cuánto eres mi amigo, de cuánta familia tienes o de cuántos votos puedes arrastrar, independientemente de si tu interés está en la venta de viviendas en Alicante y no en la mejora de las condiciones de vida de los leoneses.

 

Por qué es necesario un gobierno leonés

Aquí no se piensa en gobernar León, en gobernar sus ayuntamientos o en cómo las diputaciones pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de los leoneses, a apoyar su derecho a gobernarse a sí mismos y a lograr que podamos vivir plenamente en una sociedad leonesa.

Aquí no, no hay nada de eso sino cuentos y más cuentos. Por ello, cada vez, León es menos León y más una masa de contribuyentes amorfa y sin identidad que, por ello mismo, no merece para quien tiene capacidad de decisión inversión alguna y ni siquiera que revierta en ellos lo que pagan como impuestos. ¿Para qué?

Esa es, tristemente, la principal conclusión que un observador imparcial puede sacar de este tipo de elecciones.

La pregunta es si es normal seguir votando a los mismos para que sigan haciendo lo mismo en lugar de negarles el voto y exigirles responsabilidades por haber traicionado todo aquello que debían representar.