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Cuando uno pasea por León se da cuenta de que es una ciudad llena de historia, monumentos y un patrimonio arquitectónico envidiable. Cuando uno bucea por los libros y estampas antiguas de León se da cuenta de todo lo que, a lo largo de los siglos, hemos perdido.

La capital de un imperio, de un estado soberano, de una nación, de un país, de un reino y hoy… poco más que la capital de una provincia a punto de perder hasta su diputación.

Con el patrimonio sucede lo mismo. Sorprende pasear por León y ver su maravillosa catedral del siglo XIX (sí, no es una errata), ver San Isidoro, San Marcos, Botines, el Palacio de los Guzmanes pero ¿Dónde está el Palacio Real? ¿Dónde está la residencia en la capital de los Emperadores leoneses, de los reyes de León?

Patrimonio perdido, esfumado, desaparecido

¿Cómo es posible que nos e halle piedra sobre piedra del que debió ser, a buen seguro, el mejor palacio de León? Pues al igual que otros monumentos, residencias, fuentes y parques, ha desaparecido sin dejar ni rastro.

Esa parece ser la esencia de León: conseguir grandes logros para dejar que se pierdan en la noche de los tiempos y que, alguien recordando fotografías, piense lo que llegamos a ser y lo que ya no somos.

León ha perdido demasiados trenes en la historia. No consiguió asentarse como una potencia europea, como sí hizo el Imperio Alemán, y pasó a ser uno más de los países de Europa. No consiguió asentarse como nación independiente, como sí hizo Francia, y pasó a ser uno más de los reinos de la monarquía hasbúrguica.

No consiguió asentarse como reino, como sí hizo Portugal y pasó a ser uno más de los territorios gobernados por el rey de España. No fue capaz de mantener su identidad como sí hizo Cataluña y pasó a disolverse en la Corona de Castilla.

Los leoneses no hemos sido capaces de mantenernos como país consciente de serlo, aún sin administraciones, como sí hizo Galicia, y nos convertimos en una demarcación. No fuimos capaces de conservar esa demarcación, como sí hizo Extremadura, y España nos redujo a ser una de sus provincias.

No fuimos capaces de lograr que la provincia de León se reconociera como autonomía, como sí consiguió Logroño, y hoy, por mucho que cueste admitirlo, estamos al mismo nivel que Soria, Guadalajara o Palencia.

La eliminación de las diputaciones provinciales es el siguiente paso hasta que, León, se convierta en un barrio de la metrópoli de Valladolid, para luego ser una calle y, finalmente, un triste recuerdo.